Un día gris se asoma por las ventanas de mi habitación y quiero seguir observandolo con tiempo, como si fuera mío y yo de él. Pero no puedo. No puedo porque para hoy ya tengo planes y el tiempo, por desgracia, no es mío ni tampoco yo de él. Porque tengo apenas una hora más para prepararme, hacer mis cosas y volver a casa recién a la 1 am, cuando el cielo gris que me encanta, ya se fue a alegrar(o a opacar) el día a otros. Porque ni el cielo ni el tiempo son míos, pero, pensandolo bien, yo sí de ellos dos. Porque me atrapan y a veces me dominan. Me tientan y me obsesionan. Soy de muchas cosas, ahora que me pongo a analizar. Pero nada es mío, no poseo nada mientras a mi me poseen muchas cosas. A mi mente, a mi corazón, a mi ser. Por suerte ellos no llevan mi alma, mi corazón y mi mente hasta un extremo en el que yo creo perder todo. Me atrapan y me sueltan con fuerza. El tiempo me domina, el cielo me obsesiona con él y yo en un momento termino totalmente desnuda. De golpe, todo vuelve a ser como antes. Ahora es la realidad la que me domina, me atrapa y sólo me suelta cuando los trances o los sueños quieren apoderarse de mí.
Ni yo misma me poseo. Quizá poseer nada, es lindo. Porque no me siento ni cruel ni bondadosa. Solo soy un ser frágil que le sigue la corriente a todo lo que me posee.